Clamaron a ti, y fueron librados; Confiaron en ti, y no fueron avergonzados. Salmos 22:5
A menudo, nuestra lucha por confiar plenamente en Jesús proviene de una falta de confianza en la bondad de Dios. Podemos desear algo profundamente, y cuando Él no lo proporciona como esperamos —o incluso lo retiene por completo— comenzamos a cuestionar Su cuidado por nosotros. El miedo susurra que quizás Dios nos ha olvidado o que Su camino nos llevará a la decepción. Así, cuando nos llama a dar un paso adelante con fe, dudamos sin conocer el resultado.
Sin embargo, la verdad es esta: Dios nunca deja de preocuparse por Su pueblo. Él promete suplir todas nuestras necesidades de la manera que más nos beneficia y asegura que cuando buscamos Su reino primero, Él se encargará del resto (Mateo 6:24-34). Cuando dudamos de Su bondad y buscamos satisfacción en posesiones, logros o personas, solo encontramos vacío.
Hoy, elige confiar. Recuerda que Dios siempre es bueno, incluso cuando Su bondad incluye corrección o demora. Sus mandamientos fluyen de Su amor, misericordia y sabiduría, y Sus planes siempre conducen a nuestro gozo supremo. Aquellos que dependen de Él nunca se sienten decepcionados.
Padre, gracias por Tu bondad inagotable. Perdóname por dudar de Tu amor cuando no puedo ver lo que estás haciendo. Ayúdame a descansar en Tus promesas y a obedecerte de todo corazón, confiando en que siempre estás trabajando por mi bien. En Ti confío, Señor. En El Nombre de Jesús, Amén.