Teníamos por pesado lo que nos sobrevenía, a fin de que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que da vida a los muertos. 2 Corintios 1:9
Hay momentos en la vida en los que las dificultades nos presionan tanto que nos sentimos agotados de fuerzas, como si la vida misma se nos hubiera escapado. Quizás te preguntes por qué Dios permite pruebas tan pesadas, pero las Escrituras nos aseguran que Su objetivo nunca es aplastarte—sino moldearte. Su propósito no es destruirte, sino guiarte hacia la plenitud, la madurez y la utilidad en Su reino.
Sin embargo, esto requiere rendición. Dejar que Cristo tenga pleno señorío sobre tu vida puede ser difícil; a menudo nos resistimos a ceder el control. Aún así, en esas temporadas de quebrantamiento, cuando tus propios recursos fallan, Dios te lleva gentilmente al lugar donde se convierte tu único clamor: “Señor Jesús, ¿qué querrías que hiciera?”
Dios no comete errores en este proceso de refinamiento. Él sabe exactamente qué áreas de tu vida necesitan Su toque, qué circunstancias harán crecer tu fe y cuánto puedes soportar. Aunque doloroso, Su trabajo es preciso y decidido. Él no desperdicia nada, usando cada momento para perfeccionarte, fortalecerte y prepararte para Su gloria y tu bien eterno.
Señor, en tiempos de prueba profunda, ayúdame a confiar en que no me estás quebrantando para destruirme, sino para reconstruirme en alguien más fuerte, más puro y más útil para Tu reino. Enséñame a rendirme, incluso cuando quiero controlar. Recuérdame que conoces mis límites y que nada de lo que sufro se desperdicia en Tus manos. Moldéame a través de cada desafío para Tu gloria, y deja que mi vida refleje Tu poder. En el nombre de Jesús, Amén.