Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Santiago 2:1
Es fácil dejarse llevar por lo que vemos: las ropas elegantes, los modales refinados, la influencia aparente. Y sin darnos cuenta, comenzamos a valorar a las personas por lo externo, ignorando lo que el Señor más aprecia: el corazón.
Pero Dios no hace acepción de personas. Él mira más allá de la fachada y busca un espíritu humilde, una fe sincera, un amor genuino. Por eso, si queremos seguir los pasos de Cristo, debemos aprender a mirar como Él mira. Jesús mismo no fue admirado por su apariencia, sino por la verdad que hablaba, la compasión que mostraba y la salvación que ofrecía.
Así que cuando te encuentres con alguien, ya sea bien vestido o necesitado, influyente o ignorado por el mundo, recuerda: cada alma tiene un valor incalculable para el Señor. Y al tratar a todos con la dignidad y el respeto que merecen como creación de Dios, estás reflejando el carácter de Cristo en ti.
Señor, transforma mi manera de ver a los demás. Ayúdame a valorar a cada persona como Tú lo haces, sin prejuicios ni favoritismos. Líbrame de juzgar por apariencias y enséñame a amar con sinceridad, reconociendo en cada rostro un alma preciosa para Ti. Que mis palabras y acciones reflejen Tu gracia y que pueda ser instrumento de Tu amor para quienes más lo necesitan. En el nombre de Jesús, Amén.