Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. (Romanos 14:18)
Habrá momentos en tu caminar con el Señor en los que sentirás que tu vida espiritual está estancada, sin alegría ni dirección clara. Tal vez ores, leas las Escrituras y busques a Dios con diligencia, pero aún así percibas un vacío interior, una sequedad difícil de explicar. A veces, la distancia que sentimos no es por falta de devoción, sino porque nuestro corazón ha perdido el rumbo del servicio.
En esos días grises del alma, hay un gesto sencillo que puede devolver el brillo a nuestra fe: servir a alguien.
Sí, puede parecer una respuesta sencilla, pero es profundamente poderosa. Cuando dejamos de mirar hacia dentro y alzamos la vista para ver las necesidades de otros, algo se renueva dentro de nosotros. El servicio desinteresado es un acto que agrada a Dios profundamente, porque refleja el carácter de Cristo. Jesús mismo dijo: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir» (Mateo 20:28). Al seguir su ejemplo, reorientamos nuestro corazón y lo sintonizamos nuevamente con el amor de Dios.
Pide al Señor que te muestre hoy a quién puedes servir. Tal vez sea una palabra de aliento, una ayuda práctica o simplemente un oído dispuesto a escuchar. Descubrirás que en ese gesto humilde, Él renueva tu espíritu, te llena de gozo y vuelve a encender la llama de tu relación con Él.
Señor, gracias por recordarme que agradarte no depende de emociones ni sensaciones, sino de un corazón dispuesto a servirte con amor. Cuando me sienta seco espiritualmente, ayúdame a salir de mí mismo y mirar con compasión a quienes me rodean. Abre mis ojos a las oportunidades de servicio y pon en mí un espíritu humilde y generoso. Que, al servir a los demás, mi comunión contigo sea renovada y mi vida refleje tu amor. En el nombre de Jesús, Amén.