Conduciré a los ciegos por caminos que no conocen; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Isaías 42:16
Ayer leímos que el Señor es digno de confianza porque Su sabiduría es infinita. El problema para nosotros es que, aunque Dios comprende perfectamente cada situación que enfrentamos, no está obligado a explicarnos las razones detrás de Sus acciones o decisiones, y eso puede ser frustrante.
Por ejemplo, Dios no explicó por qué permitió que José permaneciera trece años en prisión antes de elevarlo al puesto de primer ministro (Génesis 39–41). Tampoco explicó por qué los israelitas tuvieron que vivir más de cuatrocientos años en esclavitud antes de ser liberados milagrosamente (Éxodo 12:41).
Quizás nunca entendamos por completo los motivos de Dios, pero la falta de respuestas no es motivo para dudar de Su bondad. Este es precisamente el terreno de la fe: debemos confiar en que Él recompensa a quienes lo buscan sinceramente (Hebreos 11:6). Nuestro Dios es sabio, infinito y amoroso; Él siempre sabe cuál es el mejor camino para nuestras vidas.
Nuestra responsabilidad es reconocerlo en todo momento y seguirlo paso a paso, incluso cuando no entendemos hacia dónde nos lleva. Su luz disipará la oscuridad y allanará los senderos difíciles.
Señor, gracias porque incluso cuando no entiendo Tu plan, puedo confiar en Tu corazón. Enséñame a descansar en Tu sabiduría y a esperar con fe Tus tiempos perfectos. Ayúdame a seguirte paso a paso, sin temor ni duda, sabiendo que Tú ves lo que yo no puedo ver. Guía mis decisiones y fortalece mi confianza en Ti cada día. En El Nombre de Jesús, Amén.