Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. Filipenses 2:17
El viaje no había salido como Pablo y Silas esperaban. Dios los había llamado a la ciudad de Filipos, y muchas personas habían respondido al mensaje del evangelio. Pero pronto todo se complicó: fueron falsamente acusados, golpeados con brutalidad, despojados, encarcelados y encadenados en el calabozo más oscuro.
Podrías imaginar que, ensangrentados y adoloridos, se habrían rendido a la desesperación. Sin embargo, en lugar de quejarse, comenzaron a cantar himnos y a alabar a Dios. Y el Señor respondió a ese acto de fe enviando un terremoto que rompió las cadenas y abrió las puertas de la prisión. El carcelero, aterrado al pensar que los prisioneros habían escapado, fue sorprendido al encontrarlos todavía allí, tranquilos y llenos de paz. Su testimonio fue tan poderoso que aquel hombre, junto con toda su familia, creyó en Cristo esa misma noche.Pablo y Silas probablemente no tenían ganas de cantar; sus circunstancias eran terribles, y su futuro incierto. Pero hicieron algo que todo creyente puede hacer y que marca la diferencia: eligieron alabar a Dios. Tú también puedes hacerlo. Y cuando lo haces, puedes estar seguro de que el Señor escucha y obra de manera milagrosa a tu favor.
Señor, enséñame a alabarte incluso cuando mi corazón esté cansado o mi situación parezca imposible. Ayúdame a recordar que el poder de la alabanza abre puertas, rompe cadenas y atrae Tu presencia. Que mi adoración sea una declaración de fe y confianza en Ti, sin importar lo que enfrente. En el Nombre de Jesús, Amén.