Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; Mas con los humildes está la sabiduría. Proverbios 11:2
El orgullo desmesurado es un enemigo mortal cuando se trata del poder de Dios. Aunque desde pequeños aprendemos a valernos por nosotros mismos, el camino espiritual es el inverso: pasamos de la independencia a una profunda dependencia de Cristo. El Señor desea que lo reconozcamos como nuestro Soberano y como la Fuente de todo lo que somos y tenemos.
Por eso el orgullo es tan peligroso espiritualmente: porque desvía el mérito que le pertenece a Dios y lo atribuye a nosotros mismos. En lugar de glorificar a Cristo, comenzamos a pensar que nuestros logros son fruto exclusivo de nuestro esfuerzo. Pero no te engañes: todo éxito verdadero viene de Dios. Y Él se deleita en ayudarnos a prosperar. Sin embargo, nuestros logros jamás deben reemplazar nuestra intimidad con Él.
Si percibes que el orgullo ha endurecido tu corazón, haz una pausa y contempla la grandeza de Dios. Tal vez seas inteligente, pero fue Su sabiduría la que creó el universo. Tal vez tengas talento, pero nada es imposible para Él. Tal vez hayas logrado cosas nobles, pero Jesús vino a servir y a entregar Su vida por todos nosotros. Esta perspectiva reverente te ayudará a poner todo en su lugar y a vivir con humildad.
Cuando exaltas al Señor, Él se encarga de honrarte a Su manera y en Su tiempo.
Señor, perdóname por las veces que el orgullo ha ocupado el lugar que sólo a Ti te pertenece. Ayúdame a recordar que todo lo que soy y todo lo que tengo proviene de Ti. Enséñame a vivir con humildad, dándote siempre la gloria, y a reconocer Tu mano en cada logro. Que al rendirme ante Ti, crezca en sabiduría y reverencia. Y que Tu presencia me guíe y me honre con Tu favor. En el nombre de Jesús, Amén.
