La discreción te guardará; Te preservará la inteligencia, Para librarte del mal camino, De los hombres que hablan perversidades. Proverbios 2:11-12
Cuando las circunstancias parecen dar un giro inesperado y negativo, a veces nuestra fe puede flaquear. Las dudas se plantan en nuestra mente y llegamos a preguntarnos, presas de la incertidumbre, cómo podremos soportar la tragedia o la injusticia que se despliega ante nosotros. Sin embargo, la adversidad nunca debe ser el fin de nuestra fe, sino la chispa que la enciende y la haga crecer. Y es que no reside en la forma cómo se tambalee nuestro mundo la actitud que tomemos en la batalla, sino de una firme confianza en Dios que al final, es lo que con toda certeza, nos permitirá soportar las dificultades más duras de la vida.
Pero, ¿qué hacer cuando, nuevamente uno se da cuenta de que las circunstancias hacen tambalear nuestra confianza en el Creador? ¿Cómo recuperar el equilibrio? Es una cuestión de decisión y de conscientemente obedecer al designio del Señor y a creer que sólo Él es digno de confianza y alabanza, sabiendo también, que solo Él, puede volver en motivo de contentamiento, aquella adversidad, cuya salida creíamos imposible.
Recuerda, que El Señor siempre cumple sus promesas, por ello cítalas a menudo. Él desea lo mejor para tu vida, y por ello dale gracias por guiarte perfectamente.
Finalmente, bajo ninguna situación dispongas dudar del Poder del Padre de los Cielos, especialmente en aquello que has declarado. Como nos recuerda Romanos 10:17, “La fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo”. No olvides que cuando miras tus circunstancias a través de tus ojos limitados y mundanos, siempre te parecerán abrumadoras. Pero cuando las veas desde la perspectiva de Dios, siempre recibirás Su paz y descanso. Así que lee Su Palabra en voz alta y recuerda cómo Él ha bendecido a creyentes en circunstancias similares a lo largo de los tiempos (Romanos 15:4). Porque lo que dices con fe ciertamente volverá a ti en forma de bendición.
Señor, confieso que a veces mi confianza flaquea y el miedo y la duda impiden que confíe en Ti, plenamente. Ayúdame a decir si, y amén, a las palabras de fe que preservarán mi alma, para que pueda yo avanzar con firmeza bajo la confianza que sólo me brindan Tus promesas perfectas. En El Nombre de Jesús, Amén.