Trata tu causa con tu compañero, Y no descubras el secreto a otro, No sea que te deshonre el que lo oyere, Y tu infamia no pueda repararse. (Proverbios 25:9-10)
¿Los demás pueden confiar en ti? ¿Se te conoce por tu discreción y carácter honorable? ¿O revelas regularmente cosas sobre los demás para encajar o integrarte en algún grupo? El cotilleo y el chisme no son un tema popular, pero, por desgracia, es una actividad muy extendida en la Iglesia, tanto entre las mujeres como entre los hombres. Mucha gente pasa mucho tiempo participando en conversaciones despectivas sobre los demás, traicionando confidencias y emitiendo juicios hirientes, normalmente con la intención de promocionarse o ganarse el favor de alguna manera. Pero las Escrituras incluyen la práctica del chisme entre pecados como el engaño, la malicia, el asesinato, la calumnia y la arrogancia (Romanos 1:29-30; 2 Corintios 12:20). ¿Por qué? Porque el chisme es engañoso y destructivo, y no sólo para la persona de la que se habla.
Las personas que participan en él pueden hacerlo para sentirse superiores a alguien a quien envidian o para sentirse aceptadas por los demás. Sin embargo, lo que realmente hace es minar su credibilidad, obstaculizar la intimidad que desean, inspirar ansiedad y destruir la unidad de la Iglesia.
Amigo, el chisme no encaja con lo que eres como hijo de Dios. Del mismo modo que no puede haber veneno y agua pura manando del mismo arroyo, no puedes tener conversaciones que honren a Dios y chismorreos escandalosos procedentes de la misma persona. Si eres dado a los cotilleos, es indicativo de que algo falla en tu corazón. Afortunadamente, Dios puede ayudarte a superar la esclavitud en la que te ha atrapado el pecado del chisme. Nunca es demasiado tarde. Empieza hoy mismo. El Padre no sólo te enseñará una forma diferente de comunicarte, sino que también te mostrará cómo satisfacer tus necesidades de un modo que edifique a las personas en lugar de derribarlas.
Padre, por favor, perdóname por las veces que he revelado o hablado en términos negativos sobre mis hermanos. Quiero que me quieran y me respeten. Enséñame a relacionarme con la gente de un modo positivo que la edifique en lugar de derribarla. En El Nombre de Jesús, Amén.