Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. (Salmos 1:1-2)
¿Dónde está tu gozo? ¿Qué te produce gran satisfacción en el corazón? Es muy fácil averiguar las respuestas a estas preguntas, porque la Biblia nos dice: El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca. (Lucas 6:45) Lo que decimos refleja lo que hay en nuestro interior. Expresamos con nuestras palabras lo que consideramos más valioso para nosotros, nuestro tesoro; lo que nos importa y lo que más nos complace en esta vida.
El rey David declaró varias veces dónde residía su satisfacción: Aflicción y angustia se han apoderado de mí, Mas tus mandamientos fueron mi delicia. (Salmos 119:143); He deseado tu salvación, oh Jehová, Y tu ley es mi delicia. (Salmos 119:174) Vengan a mí tus misericordias, para que viva, Porque tu ley es mi delicia. (Salmos 119:77) El deleite del salmista estaba en la Ley del Señor, en sus mandamientos. Toda su vida se basaba en las palabras del Padre.
Sabía que en su Palabra encontraría la dirección y la instrucción que necesitaba. Si estaba deprimido, era la Palabra de Dios la que traería consuelo, alivio y aliento a su corazón. Si necesitaba orientación, era en la Palabra de su Señor donde conocería el camino a seguir. Es la lámpara para nuestros pies y la luz para nuestros caminos.
Ella es la espada cortante que penetra en lo más profundo de nuestro corazón. Ella enseña, exhorta y disciplina. Fortalece, consolida y alienta. Trae curación, salvación y liberación. Revela quiénes somos realmente y nos hace saber cuál es la voluntad de Dios. La Palabra de Dios es lo más precioso de esta vida. Quien la elija, quien haga de ella su mayor riqueza, satisfacción y placer, tendrá mucho éxito y será feliz.
¿Dónde está tu deleite? Espero sinceramente que nuestro gozo resida en meditar la Palabra del Señor, día y noche. Que no seamos sólo oidores de ella, sino hacedores de ella. Que sea nuestro mayor tesoro. ¡Que sea nuestra fuente de todo agrado!
Dios Te Bendiga.
