La muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama comerá de sus frutos. (Proverbios 18:21)
Muchas veces ignoramos el poder que tienen nuestras palabras. Pueden edificar a alguien o derribarlo para siempre. Desafortunadamente, siempre habrá cerca de nosotros alguien no comedido al hablar, con una lengua afilada, dispuesto hasta inconscientemente a echar sobre otros el veneno de aquello que profiere… Salomón lo dijo mejor que nadie: “Hay uno cuya charla es como las puntas de una espada…” (Proverbios 12:18a).
Debemos tener mucho cuidado con lo que oímos. Las palabras penetran en nuestra mente y golpean con fuerza nuestro corazón. Podemos despertarnos por la mañana, felices, ilusionados y llenos de sueños, pero por una mala palabra que oigamos, podermos perder todo ese entusiasmo. Del mismo modo, debemos estar alerta, poniendo freno a nuestra boca para no ser responsables de destruir la alegría y hasta la vida de nuestro hermano.
Para nuestra seguridad y protección debemos vestir la armadura de Dios y ponernos el yelmo de la salvación (Efesios 6: 10-18). Nuestros oídos deben estar protegidos para que las malas palabras no destruyan nuestros proyectos, nuestros sueños. Si tiene cosas importantes que hacer hoy, si estás con ánimo renovado por Tus planes y proyectos, ¡cuidado!
¡Mantente alerta! Las bocas malitencionadas que se te aparezcan, puede traer la muerte a la vida de bendiciones que quieres extraer, del plan de Dios para Ti. Si no te cuidas, absorberás el mal, perderás la esperanza y dejarás la puerta abierta a que se cumplen los planes del enemigo en tu vida. ¡No bajes la guardia y asi como cuidas lo que escuchas, cuida también aquello que digas!
Un día lleno de palabras dulces como la miel, llenas de bondad, amor y esperanza, ¡para Ti y para mí querido hermano!
Dios Te Bendiga.