Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Juan 6:29
Ser cristiano no se trata simplemente de hacer cosas: ir a la iglesia, cantar himnos, orar, dar ofrendas, leer la Biblia o compartir la Palabra de Dios, aunque todas estas prácticas ayudan a crecer en la fe. De la misma manera, tampoco se define por lo que evitamos hacer. En realidad, ser creyente tiene que ver con ser: vivir en una relación viva y personal con Jesucristo.
La obra que debe realizarse no es la nuestra, sino la del Salvador. Él es quien transforma nuestra vida y nos hace semejantes a Él. Es el único que puede disciplinarnos y guiarnos para que crezcamos en santidad y caminemos conforme al plan de Dios. No podemos cambiar nuestra naturaleza pecaminosa por nosotros mismos, pero el Señor usa las situaciones de la vida para llevarnos al punto en que reconocemos: «No puedo hacer esto solo».
Entonces, Él nos capacita para vencer por medio de Su poder. Solo el Espíritu Santo puede transformar verdaderamente el corazón humano. Por eso, no te castigues ni te rindas cuando falles. Suelta la ilusión de la autosuficiencia y acepta que Aquel que te salvó es también quien te enseña a caminar con Él día tras día. La obra ya está en Sus manos.
Señor Jesús, reconozco que no puedo transformarme por mis propias fuerzas. Hoy descanso en la obra que tú ya has hecho y permito que sigas obrando en mi vida. Enséñame a confiar plenamente en ti, a caminar en obediencia y a depender de tu Espíritu cada día. Que mi fe esté puesta solo en ti y no en mis esfuerzos. En El Nombre de Jesús, Amén.