De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Job 42:5
Se suele decir que una persona no sabe realmente quiénes son sus verdaderos amigos hasta que llega a tocar fondo. De manera similar, nadie puede conocer plenamente la fidelidad, la fuerza y la sabiduría de Dios sin atravesar tiempos de adversidad. Cuando la vida está libre de dolor, confusión y tristeza, la experiencia de Dios permanece, muchas veces, solo en el ámbito del conocimiento teórico. La confianza no se profundiza, la fe no madura y la relación con Él puede asemejarse a la que se tiene con un ancestro del que se ha escuchado hablar, pero que nunca se ha conocido en persona. Puede haber admiración, pero no comunión ni intimidad. Y Dios no quiere ese tipo de relación con Sus hijos.
A través del sacrificio de Cristo, el Padre nos ha dado acceso directo a Su presencia y desea que nada se interponga entre Él y nosotros. Por eso, muchas veces, diseña circunstancias que nos permiten conocerlo de manera real, cercana y transformadora. En esos momentos difíciles, Él se revela como un Padre fiel y cercano, y el creyente es invitado a confiar y a experimentar Su poder y Su amor de primera mano.
Por eso, cuando lleguen las pruebas, no hay razón para desesperarse. Al contrario, es el momento de levantar los ojos y prepararse para ver cómo Dios se muestra de forma personal y poderosa.
Señor, gracias porque las pruebas me acercan más a Ti y me permiten conocerte de manera profunda y personal. Ayúdame a confiar en Tu fidelidad y a esperar con fe que te revelarás en medio de cada circunstancia. Fortalece mi fe y abre mis ojos para verte y experimentar Tu presencia de una forma más cercana. Que mi relación contigo crezca y sea siempre viva y real. En el nombre de Jesús, Amén.