No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; Corrige al sabio, y te amará. Proverbios 9:8
Duele cuando la gente nos critica, señalando nuestros defectos, errores y carencias. Sin embargo, la reprensión es una prueba de fuego para nuestro carácter. ¿Eres burlón o sabio? ¿Te ofendes fácilmente, o eres lo suficientemente fuerte como para evaluar honestamente las palabras negativas y ver si hay algo de verdad en ellas? ¿Ves las cosas sólo desde una perspectiva humana, o reconoces que todo, incluso las palabras poco amigables u ofensivas de otros, es permitido por Dios para tu bien final?
Con demasiada frecuencia, nuestra respuesta inmediata es levantarnos en defensa propia. En lugar de escuchar con humildad lo que se dice de nosotros y considerar si hay algo de verdad en ello, podemos empezar a formular excusas y negarnos a asumir la responsabilidad de nuestras acciones o comportamiento. Esta respuesta tiene su origen en una ira arraigada en el miedo. Inconscientemente, interpretamos la crítica como una prueba de que los demás no nos respetan y nos consideran poco confiables.
Sin embargo, esto no es lo que el Padre quiere para nosotros como hijos suyos. Él nos llama a guardar silencio ante nuestros acusadores, a escuchar las críticas y a pedirle discernimiento y fuerza para admitir cualquier falta personal. Debemos considerar en oración lo que Él nos pide que cambiemos y perdonar a quienes nos hayan reprendido injustamente (St 4,6-10).
Aunque el proceso puede ser doloroso, debe ser visto como una oportunidad para el crecimiento espiritual y una oportunidad para fortalecer las relaciones en lugar de destruirlas. Así que cuando otros te critiquen, no respondas con ira o miedo. En lugar de eso, di: «Gracias», y pide al Padre que saque de ello todo el bien posible.
Señor, sana las heridas de las críticas injustas en mi contra, y dame la humildad para reconocer mis errores cuando esas críticas hayan revelado mis errores sinceramente. Confío en Ti para que surja la verdad en las palabras de los demás, sanes mis heridas, reveles mis puntos débiles y me des sabiduría a través de esas experiencias, para glorificarte más y mejor, en todo lo que haga. Todo ello, te lo pido, En El Nombre de Jesús, Amén.