Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. 1 Crónicas 29:14
DIOS debe ser reconocido como la fuente de toda nuestra provisión. Por abundantes que sean los arroyos, o variados los canales, con él está la ” fuente de la vida.” De él son la plata y el oro ; y todo lo que poseemos, de él lo hemos recibido todo. Él es quien “da poder para obtener riquezas.”Y la prosperidad temprana carece de su apoyo más firme, su adorno más hermoso, su deleite más dulce, si no se reconoce plenamente el hecho de que es su bendición sola la que, como revela la Palabra, enriquece, y no agrega tristeza con ella.
¿Es este reconocimiento constante y sincero por nuestra parte? ¿Qué deberíamos pensar de un individuo que, cuando es relevado por un prójimo y apoyado en la riqueza, cuyas necesidades no solo fueron atendidas, sino que se anticiparon olvida a su benefactor, nunca hablar favorablemente de él a los demás, nunca pensar en él, sino que debe tomar toda la bondad que se le muestra como una cuestión de derecho en lugar de bondad, y actúa creyendo que lo obtenido fue de su propia producción o esfuerzo? ¿Podríamos esperar que la amabilidad mostrada continúe? ¿y no debe su conducta parecer odiosa y abominable a todos los que la presenciaron?
¡Sin embargo, ay, tantas de las veces que nos dejamos llevar por la tentación de poner en nuestras manos lo que es del Señor! Atribuimos, muchas veces y más de lo que pensamos, nuestro éxito a nuestra propia sabiduría, al poder de nuestro propio brazo o al interés que tenemos en favor de nuestros semejantes; o actuamos como si fuera una cuestión de azar. En esos momentos, Dios no está en todos nuestros pensamientos. El disfrute continuo parece darnos una especie de prescripción, e inducirnos a la autosuficiencia y al olvido del Señor.
En referencia a los beneficios que tan frecuente y constantemente se nos otorgan, santifiquemos al Señor Dios Todopoderoso en nuestros corazones. Pensemos en nuestros deberes y comparemos nuestra condición con las abominables situaciones, que otros hoy, podrían están pasando, y agradecidos por nuestra condición digamos de corazón al Señor: “Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios.”
Señor, que seas Tu el que se lleve toda la gloria en mis alcances, metas y objetivos cumplidos. Todo lo que tengo viene de Ti, y a Ti lo retorno, pues sólo Tu Padre, me has dado la verdadera vida. En El Nombre de Jesús, Amén.