Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. (Lamentaciones 3:24)
El hecho de que tengamos a Dios como herencia es un reto para confiar plenamente en Su Providencia. Creemos que Dios dirige cada detalle de nuestras vidas hasta el último milímetro. Esto, sin embargo, no impide que pasemos por sufrimientos y aflicciones en este lado de la eternidad. La Providencia, sin embargo, nos asegura que el Señor está llevando a cabo Su plan y que los momentos difíciles también contribuyen a nuestro crecimiento espiritual y santificación.
Además, no siempre está claro a nuestros ojos cómo está conduciendo Dios nuestras vidas en medio de las tormentas. Muchos hermanos se desaniman pensando que los sufrimientos, los dolores y las penas están fuera del alcance del plan divino.
– Los días difíciles por los que has pasado forman parte del plan;
– Las puertas cerradas forman parte del plan;
– Las preguntas sin respuesta también forman parte del plan;
– Las limitaciones también forman parte del plan;
En cada situación conflictiva que experimentemos, debemos fijar la mirada claramente en nuestra herencia: ¡todo puede pasar, pero Dios permanecerá! Dios nos capacita para soportar la noche más oscura de nuestra vida porque sabemos quién vela nuestro sueño y quién estará a nuestro lado si llega la muerte. ¡Nuestra esperanza en Dios no se limita a esta vida! ¡Dios es la herencia y la porción de sus hijos!
Padre, ayúdame a no olvidar que en medio de la batalla, me asistes y peleas conmigo para superar la adversidad y reclamar la herencia de promesas eternas, que has guardado para cada uno de tus hijos.