Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede. (Mateo 5:37)
Parte de ser digno de confianza es ser un hombre de palabra. Es un valor perdido actualmente en una época en la que casi todo el mundo siente que tiene que mentir al menos un poco para alcanzar ciertos objetivos. Y en un mundo en el que la moral ha sido en gran medida quebrantada, el único refugio para lo que es correcto y verdadero es mirar a Dios como nuestra ancla para lo que es recto. Para ser un hombre de palabra, primero debes ser un hombre de la Palabra de Dios.
La Palabra viva de Dios atraviesa la moral cambiante, nos brinda estabilidad y nos ofrece claridad (Hebreos 4:12). Incluso cuando una cuestión no se aborda específicamente, la Biblia te dirige a principios intemporales que no sólo te guían, sino que te ofrecen un camino más luminoso hacia el deber ser que el Señor quiere para nuestras vidas (aunque a los ojos del mundo sea el camino más estrecho, difícil y hasta inapropiado).
Santiago escribió: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1:22). Un hombre para quien la Palabra de Dios es su vínculo destacará. Cuando la gente te pregunte por qué eres como eres, puedes decirles que es porque confías tus palabras a Dios, que te llamó a una norma superior y te ayuda a vivir de acuerdo con ella.
Padre, ayúdame a creer lo que digo que creo, confiando en que Tus principios inmutables y Tu Palabra eterna me ayudarán a hablar y actuar con sabiduría, en todo momento, siempre para Tu gloria.