La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. (Colosenses 3:16)
Durante siete años, el piloto estadounidense Howard Rutledge que había sido hecho prisionero de guerra en Vietnam del Norte. telató en sus memorias, que en su primer año de cautiverio a manos de los vietnamitas, hizo tres propósitos que repitió cada año.
En primer lugar, intentaría no volver a pasar frío. Segundo, buscaría a toda costa no volver a pasar hambre. Y tercero, no pasaría un día mas de su vida sin tener la Biblia en sus manos.
Quería que las revelaciones de las Santas Escrituras se grabaran en su mente y en su corazón.
La experiencia de Howard es un ejemplo interesante de cómo pueden cambiar nuestras prioridades, ante los eventos de la vida. Muchos de nosotros, hasta de forma inconsciente, con el advenimiento de las grandes tecnologías de comunicación y los teléfonos móviles, podemos quedar inmersos entre las incesantes noticias de lo que no es importante, de lo superficial, de lujos, status, fama, éxito por encima de todo, y perder una parte considerable de nuestro tiempo que pudieramos usar productivamente para nuestra vida espiritual, estudiando la Palabra de Dios. Es cómo que en la batalla, quedaramos distraídos ante el paisaje dejando de lado la más poderosa arma que nos daría la victoria. Y en nuestra realidad, esa arma poderosa son las Escrituras, que ante la tentación del enemigo nos librará si la recordamos y la tenemos presente en nuestro día a día.
Por ejemplo, cuando Satanás tentó a Jesús en el desierto, Jesús se defendió repetida y decididamente apoyándose en las Escrituras. Y el apóstol Pablo se refirió a la Palabra de Dios como “la espada del Espíritu” (Efesios 6:17).
El salmista también escribió de ella: “En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti.” (Salmo 119:11). En esencia, esto quiere decir que nuestros corazones serán guardados por la Palabra de Dios porque guardamos la Palabra de Dios en nuestros corazones.
No malgastemos los espacios de memoria que el Señor ha colocando en nuestra mente. Llenémoslos de información importante. Es maravilloso llevar la Biblia en el bolsillo, la mochila o el bolso. También es más genial aún, tenerla en el teléfono. Pero el mejor lugar para llevar la Biblia es el corazón.