Camina en su integridad el justo; Sus hijos son dichosos después de él. (Proverbios 20:7)
Nos influyen muchas cosas en la vida: a quién conocemos, la información que consumimos, los lugares a los que vamos y las cosas que nos ocurren. Pero, ¿te has planteado alguna vez el efecto que tienes -o podrías tener- en cada persona que conoces?
La gente necesita buenos ejemplos piadosos, y tú puedes ofrecérselos. Independientemente de que sean tus hijos naturales o tu descendencia espiritual, la gente te buscará para que les sirvas de modelo del amor, el apoyo y la sabiduría continuos de Cristo. Esto es un reto, por supuesto, y quizá no te sientas realmente a la altura. Conoces tus errores y fracasos. ¿Por qué iba a escucharte nadie?
Pero, compréndelo, ni siquiera el apóstol Pablo se sentía adecuado para esa importante labor, y por eso escribió: “no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” (2 Corintios 3:5-6). Se dio cuenta de que nosotros no realizamos la importante labor de convencer y transformar, sino que es el Espíritu Santo quien lo hace en nosotros. Nuestra responsabilidad es someternos a Su guía.
Así que piensa hoy: ¿estás dispuesto a ser el tipo de padre, pariente, profesor, mentor o amigo que se levantará e influirá en los demás para que sean mejores personas y se acerquen a Dios? Espero que sí, porque puedes marcar una diferencia increíble en el mundo. Innumerables personas podrían ser bendecidas por la forma en la que El Señor brilla a través de ti, así que ora pidiendo Su ayuda para guiar a las personas de tu vida hacia una relación más profunda con El.
Padre, te honraré. Gracias por guiarme por el camino de la vida y protegerme de los impíos. En El Nombre de Jesús, Amén.