Estas cosas os he hablado, para que en Mí tengáis paz. Juan 16:33
En 1938, mientras los ejércitos de Hitler avanzaban, Neville Chamberlain, primer ministro de Inglaterra, regresó de Alemania con el Acuerdo de Múnich y proclamó confiado: “Creo que es la paz para nuestro tiempo.” Menos de un año después, el mundo estaba sumido en la guerra, demostrando que sus palabras eran trágicamente vacías.
¿Era entonces la promesa de paz de Jesús otra esperanza frágil? No. Cuando aseguró la paz a Sus discípulos, lo hizo reconociendo la dura realidad de la vida: “En el mundo tendréis aflicción.” Él nunca prometió una existencia libre de problemas. Lo que ofreció fue Su presencia constante y Su victoria en medio de las dificultades.
La paz de Cristo no consiste en la ausencia de conflicto, sino en la seguridad de Su poder y soberanía sobre cada situación. Cualquiera que sea la adversidad que enfrentes—pérdida, miedo, incertidumbre o persecución—Él es tu defensor sabio y victorioso. Su triunfo sobre el mundo garantiza que ninguna prueba pueda derrotarte cuando descansas en Él.
Toma coraje hoy. Su paz es inquebrantable porque Él ya ha vencido.
Señor, gracias por la paz que solo Tú puedes dar, una paz que no depende de las circunstancias sino de Tu victoria. Cuando los problemas sacudan mi corazón, recuérdame que ya has vencido al mundo. Calma mis temores, fortalece mi fe y deja que Tu presencia proteja mi alma. Ayúdame a confiar plenamente en Ti como mi defensor y a descansar en la seguridad de que Tu paz me sostendrá en cada tormenta. En el nombre de Jesús, Amén.
