Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas; ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos. 2 Crónicas 14:11
Cuando el rey Asa vio acercarse al enorme y despiadado ejército de un millón de hombres comandado por Zera el etíope, reconoció de inmediato su fragilidad. En lugar de confiar en la valentía de sus soldados o en la estrategia militar, se volvió con humildad al Señor, confesando su debilidad y rogando ayuda. Y Dios respondió con poder, dándole la victoria.
Este episodio nos enseña algo fundamental: el camino a la victoria comienza con reconocer nuestra insuficiencia y confiar plenamente en el Señor. No necesitas demostrar que eres fuerte. Dios no responde a quienes se glorían en sus propios méritos, sino a los que se rinden completamente a Su poder.
Hoy, cualquiera que sea el desafío que enfrentes, no postergues tu clamor a Dios. No te quedes atrapado contemplando tus limitaciones. Eso no es humildad, es distracción. La verdadera humildad consiste en mirar más a Cristo que a uno mismo, y confiar en que Él tiene el poder que tú no tienes.
Y recuerda: aunque otros te fallen, Dios jamás lo hará. Él es tu Libertador fiel. Te ha sostenido hasta aquí, y lo seguirá haciendo. Así que levanta tu mirada, pon tu confianza en Él y descansa en su soberanía. La batalla nunca fue tuya, sino del Señor.
Señor, reconozco que por mí mismo no puedo vencer los desafíos que tengo por delante. Pero Tú eres mi fuerza y mi escudo. Ayúdame a no mirar mis debilidades, sino a apoyarme plenamente en Tu poder. Gracias porque nunca me has fallado, y sé que seguirás peleando por mí. Pongo toda mi confianza en Ti, mi Libertador fiel. En el nombre de Jesús, Amén.