Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. Juan 14:26
Muchos de nosotros hemos escuchado toda la vida la frase: «Sigue a Jesús». Pero ¿qué significa realmente seguirlo? Algunos piensan que lo hacen al llevar una vida moralmente correcta, asistiendo a la iglesia, escuchando un sermón, haciendo donativos o repitiendo algunas oraciones. Sin embargo, seguir a Jesús va mucho más allá de un conjunto de prácticas externas.
Antes de ir a la cruz, Jesús les aseguró a sus discípulos que podrían seguirlo con la misma cercanía incluso después de su partida. ¿Cómo? A través de la presencia viva del Espíritu Santo. Él sería su guía, su maestro, su recordatorio constante de todo lo que Jesús les había enseñado. No estarían solos, y tampoco lo estás tú.
Hoy, tú y yo estamos llamados a vivir guiados por esa misma presencia. El Espíritu Santo no solo nos consuela, sino que nos enseña y nos dirige. No necesitamos descubrir por nosotros mismos cómo vivir la voluntad de Dios: el Espíritu nos muestra el camino, paso a paso.
Pero para que esto sea una realidad diaria, necesitamos desarrollar sensibilidad espiritual. Aprender a escuchar su voz en lo profundo del corazón, a distinguir su guía entre el ruido del mundo y, sobre todo, a obedecer con confianza. Cuando caminas de la mano del Espíritu, sabes que vas siguiendo verdaderamente a Jesús.
Espíritu Santo, gracias porque no me dejas solo, sino que me enseñas, me guías y me recuerdas cada palabra de Jesús. Abre mis oídos para escuchar tu voz y mi corazón para obedecerte con fe. Ayúdame a vivir cada día en sintonía contigo, siguiendo a Cristo de cerca y con fidelidad. En el nombre de Jesús, Amén.