He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres. Génesis 28:15
Hay momentos en la vida en los que la soledad parece envolvernos como una sombra silenciosa. Podemos estar rodeados de gente, y aun así sentirnos invisibles. En esos días, cuando las fuerzas flaquean y la incertidumbre pesa en el alma, necesitamos recordar esta promesa firme del Señor: “Yo estoy contigo.”
No es una frase pasajera ni una palabra vacía. Es el susurro eterno de un Dios que nunca abandona. El mismo que caminó con Jacob en el desierto, el que habló a través de los profetas, el que envió a Su Hijo al mundo, hoy te dice que no estás sola, no estás solo. Él ve tu camino, tus lágrimas, tus dudas… y aun así, promete guardarte dondequiera que vayas.
Él no está ausente en medio de tu confusión; al contrario, está más cerca de lo que imaginas. Aún cuando no percibas Su voz, Su presencia permanece. Aún cuando no entiendas Su plan, Su fidelidad no cambia. El Señor está a tu lado en cada paso del camino, obrando todas las cosas para tu bien, incluso cuando tu corazón no lo comprende.
Padre Celestial, gracias por tu fidelidad constante. Aunque mis emociones fluctúen y mis circunstancias cambien, tu presencia es mi ancla segura. Ayúdame a confiar plenamente en que estás conmigo, guiándome con ternura y guardándome con poder. Que mi fe no dependa de lo que veo, sino de lo que Tú has prometido. Señor, que cada día mi alma encuentre consuelo en Tu cercanía, y mi corazón descanse en la verdad de que nunca me dejas ni me desamparas. En el nombre de Jesús, Amén.