Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. (Mateo 5:5)
La búsqueda desenfrenada de poder a cualquier precio es el sello distintivo de esta generación. Guerras, conflictos, divisiones y tantas cosas malas son el resultado de este mal. Como súbditos del Reino, estamos llamados a someternos humildemente a Dios.
La mansedumbre bíblica es el resultado del toque de Jesús en nuestros corazones, que nos lleva a aceptar su yugo, que es fácil, y su carga, que es ligera. Es lo contrario de una vida agitada y rebelde.
La gracia “doma” al animal salvaje que llevamos dentro, haciéndonos como Jesús, que era manso y humilde de corazón, aceptando la voluntad del Padre Celestial.
Cuando observamos vidas llenas de inestabilidad, adicciones, “vacilaciones” y una búsqueda desenfrenada de poder y autosatisfacción, somos testigos de alguien que aún no ha sido debidamente domado por Cristo.
El fiel siervo de Jesús, sin embargo, conserva el autodominio temeroso de Dios porque confía en el Rey y acepta Su voluntad. Y la promesa bíblica es eterna: ¡heredaréis la tierra! La herencia eterna se ganará con temor y sin guerra.
Cristo sufrió como una oveja ante sus esquiladores, porque se sometió mansamente a Dios. ¡Y su mansedumbre nos trajo la salvación!
Padre Celestial, nos llamas a la mansedumbre y a la humildad. Sin embargo, vivir con mansedumbre no nos resulta natural, pues con tanta frecuencia deseamos el poder, el control y el reconocimiento. Ayúdanos a abrazar la humildad a la que nos llamas. Que busquemos comprender a los demás en lugar de exigir que nos comprendan. Danos compasión para con los vulnerables y oprimidos. Y Señor, como los mansos heredan tu reino prometido, utiliza nuestras vidas humildes para traer tu justicia y tu paz a esta tierra. Que seamos humildes ejemplos paraa los demás, de tu camino de servicio. Que al vivir con la mansedumbre de corazón que pides de Tus hijos, vean en nosotros un reflejo del propio carácter de Cristo. Te lo pedimos en El Nombre de Jesús. Amén.