Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; Porque en ti ha confiado mi alma, Y en la sombra de tus alas me ampararé Hasta que pasen los quebrantos. Clamaré al Dios Altísimo, Al Dios que me favorece. Salmos 57:1-2
Cada día nos enfrentamos a batallas que superan nuestras capacidades. No somos rivales para las fuerzas espirituales y terrenales que nos acosan. Así le ocurrió a David cuando huía del celoso rey Saúl en el desierto. Sin embargo, en medio de sus terribles circunstancias, solo y perseguido por un enemigo peligroso en una región espinosa y rocosa abrasada por el calor, David encontró un lugar de enorme alivio, consuelo y seguridad: la sombra de las alas de Dios.
Como David, te enfrentarás a situaciones en las que lo único que puedes hacer es refugiarte hasta que pase la destrucción, la desesperanza o la tristeza de un problema o de una decepción que has experimentado. Y como David, puedes encontrar tu lugar de mayor protección y consuelo en la cercanía de tu Salvador. La persona que vive a la sombra de Sus alas se aferra al Señor, confía en Su custodia y encuentra descanso para el alma. Por lo tanto, si estás en una batalla que está fuera de tu control, date cuenta de que esa batalla no es sólo tuya. Concéntrate en Dios, obedécele y confía en Sus defensas. Él te cubrirá con Su impenetrable protección y te elevará a la victoria en el momento oportuno.
Señor, cuando enfrento batallas que me abruman, elijo buscar refugio en Tu presencia. Cúbreme con Tus alas y concédeme la paz de saber que Tú eres mi protector. Ayúdame a confiar en Tus caminos, aun cuando no pueda ver entender la obra que deseas efectuar en mi situación. Gracias por ser mi escudo y mi fuerza, y por levantarme cuando mis fuerzas parecen agotadas. Hoy descanso en Tu amor y protección. En El Nombre de Jesús, Amén.