Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Filipenses 2:5-8
Aquellos que nos rodean, y que son no creyentes, juzgarán la mayoría de las veces, el mensaje del evangelio, por la forma en cómo actúan los cristianos en frente de ellos. Por ello, es fundamental tener presente, que nuestra forma de expresarnos, de actuar y de pensar, en todos los contextos de nuestra vida, y específicamente en nuestra área de trabajo, deberá reflejar, el carácter que Cristo desea, sea mostrado, por cada uno de sus hijos.
Nuestra forma de proceder, es básicamente el testimonio que damos activamente, de nuestra fe en Cristo. De manera que, si queremos dar buen ejemplo de la transformación que El Señor ha llevado a cabo en nosotros, debemos entonces reflejar esa transformación, en actitudes y a su vez, aptitudes que reflejen lo positivo que Dios ha sembrado en nuestro corazón.
Y por ello, qué hermoso el pasaje de hoy que nos brinda el modelo bíblico más alto, el de Jesucristo, mayor reflejo de humildad de la humanidad y de la creación, que con Su ejemplo magnánimo de sacrificio, para nuestra salvación, nos dió el ejemplo, y mas aún el deber, de “ser últimos” para realmente ser los primeros, de anteponer nuestros deseos y objetivos, muchas veces, a aquellas decisiones que rindan más fruto a los que nos rodean, a ser obedientes en el seguimiento de aquellos en posición de autoridad sobre nosotros, con prudencia, y diligencia, y por último a poner nuestros ojos sobre nuestros hermanos, así cómo lo hizo Cristo, viendo en cada ser, un ser a imagen y semejanza de Dios, sabiendo qué, a través de está verdad, aún en el desacuerdo, en el descontento o en la diferencia, podremos siempre al final, cómo creyentes, hayar un camino para entender a nuestro hermano fuera del rebaño, y crecer en carácter, no sólo para acrescentar nuestra paciencia ante Su error, sino para por la gracia del Señor, buscar hacerlo, ser parte de Su Reino, de forma que disfrute del gozo de vivir, en plenitud y caminando del la mano, del Padre y Rey de los Cielos, y de Todo lo creado, cuya gloria es ahora mañana y siempre por los siglos de los siglos.
Que El Señor nos dé la sabiduría, y el discernimiento, para de esa forma completar esa tarea y lograrlo.
Dios Te Bendiga.