En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. Salmos 18:6
El Salmo 18, escrito por David, es un canto de agradecimiento y liberación que relata todo lo que hizo el Señor para rescatarle de las manos de Saúl. Los primeros versículos del salmo hacen hincapié en la relación que David tiene con Dios, y exalta al Señor con algunas comparaciones directas. Dios era la roca, la fortaleza, el libertador, la fuerza, el escudo, la salvación y el baluarte de David.
En los versículos 4-6, David ofrece a sus lectores una visión de la angustia abrumadora que experimentó. Miró a su alrededor y no vio más que muerte y una impiedad omnipresente, que parecía asfixiarlo, tenía miedo y clamó a Dios. Necesitaba que el Padre le escuchara, y El Señor le escuchó.
¿Te has encontrado alguna vez en un momento en el que la desesperación porque el Padre te escuche, te haya superado? Tal vez estes mirando a tu alrededor en este momento y te encuentres abrumado por la impiedad, o la circunstancias difíciles, y tengas miedo. Clama a Dios, y Él te escuchará. Porque aunque las circunstancias te lleven muchas veces a negarte a orar, Dios no hará oídos sordos a Sus hijos. Al contrario, se apiadará y los consolara, hasta llevarlos, en el momento correcto, a la mayor de las victorias. Anímate; Dios Te escucha.
Señor, dame la fortaleza y la fe, para que la desesperanza, el miedo o la angustia de una circunstancia difícil que llegue a mi vida, no me derroten. Que recuerde que escuchas el clamor de Tus hijos, y en Tu justicia los salvas y los diriges al tipo de victoria, que mayor fruto rinda a Sus vidas, conforme a Tu maravillosa voluntad de bien. Permíteme renovar mis energías y mi esperanza, con la confianza en esa promesa y verdad, Padre. En El Nombre de Jesús, Te lo pido, Amén.