Versículo:
Mira mi aflicción y mi trabajo, Y perdona todos mis pecados. (Salmos 25:18)
Comentario:
Es difícil para nosotros admitir nuestros propios errores, en los más variados contextos de nuestras vidas, no sólo en nuestra relación espiritual. Pero es en nuestra relación con Dios donde esta actitud es más intensa, esto es principalmente por dos razones:
La primera razón es que sentimos que no hemos cometido errores, que nada de lo que hemos hecho está mal o tiene consecuencias espirituales; la segunda razón: ¿Dios no es amor? ¡Entonces refrescará nuestra alma con su perdón! Sin cuestionar ni hacer ninguna demanda sobre nosotros.
No podemos devaluar el peso de niguna de las razones anteriores. En una relación genuina de fe y entrega de la vida al Señor, necesitamos entender nuestra condición de siervos y anhelar la acción soberana de Dios sobre nuestras vidas.
Reconocer los errores es mostrar sumisión y decir: “Dios, he pecado; he errado en Tus caminos y he hecho lo contrario a Tu voluntad”.
Clamar por el perdón es entender que Dios es amor y que sólo Él puede aligerar la carga de nuestros pecados; pero también es entender que sólo puede actuar en un corazón abierto y sincero, y no en una caja cerrada e inaccesible. El hombre necesita mantener su corazón disponible para las correcciones espirituales necesarias para sostener su relación con Dios.
Oración:
Señor, abro mi corazón a Tus correcciones y a Tu guía, ayúdame, no por lo que soy, sino por lo que Tú eres, un Padre amoroso y misericordioso, dispuesto a cuidarnos siempre”.