Versículo:
Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. (Salmos 100:4)
Comentario:
¡El llamado en el versículo de hoy es a la adoración! Pero no una adoración pasiva, en la que nos sentamos y solo observamos lo que nos rodea; sugiere una adoración activa, aquella que es impulsada por nuestra voluntad y nuestro deseo de expresar la alegría al Señor por todo lo que Él provee.
Una adoración alegre que demuestra gratitud, presentada ante Él (esto demuestra la intimidad que es necesaria en nuestra relación con Dios). Es lógico que el salmista se refiera al Templo de Jerusalén, donde los judíos se presentaban para cumplir con su devoción, según la tradición judía.
Pero Dios ya no tiene en cuenta el lugar donde nos presentamos, por muy bonito que sea, por muy grande que sea, por muy lleno de gente que esté.
Nuestro Dios quiere una relación personal con sus siervos y podemos tenerla en nuestra individualidad (no hay demérito aquí para las congregaciones, al contrario, representan la comunión de los individuos), en nuestra devoción personal donde sentiremos su presencia (leer Juan 4:19-24)
Cuando nos presentamos ante Dios, tenemos que alabarlo… bendecirlo… ¡magnificar su nombre! Esto no es cosa de ignorantes o de “unipersonales”, como muchos piensan; esto es Fe, vivida y sentida en el corazón. Y todos los hombres, en todas partes, de todas las clases sociales, pueden vivir y sentir esta Fe.
Oración:
Señor, Hoy y siempre Te celebraré con mi alabanza, con mi alegría y con mi gratitud.