Versículo:
No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. (Salmos 51:11)
Comentario:
El sentimiento de abandono es, sin duda, uno de los más dañinos para nuestra autoestima y crea consecuencias duraderas en nuestros corazones, impidiéndonos a veces querer relacionarnos con nuevas personas, lo que nos lleva a un estado de soledad.
David se presenta ante el Señor con el más pleno sentido de su misericordia y confía en ella hasta el punto de clamar por ayuda, que tenía como objetivo principal restaurar una relación que admitía que se había roto por su propia culpa; por lo que anhelaba ante todo poder presentarse de nuevo ante su Dios como un simple siervo.
El pecado (desobediencia a la guía de Dios) hace que una persona se convenza de que tendrá que cargar con un peso inmensamente mayor solo que su capacidad personal y espiritual. El efecto más cruel de este pensamiento es que Dios lo ha abandonado, y si esto no se invierte, la persona puede no querer volver a acercarse a Él.
El salmista no pensaba así, sino que buscaba la restauración de su relación con el Señor, creyendo y pidiendo ayuda y apoyo, deseando a Dios dentro de su vida, dentro de su corazón.
Oración:
Señor, ¡Me rindo ante Tu presencia y abro mi corazón a Tu compañía!