Versículo:
“Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió” (Marcos 9:36-37)
Comentario:
Los niños a través de la inocencia que es su naturaleza, nos dan las muestras más vivas de perdón, confianza, pasión, amor sin prejuicios y compasión. En algún momento nos encontramos con un pequeño que nos recuerda algo, a través de un gesto o una acción, que consideramos realmente importante.
Jesús acogió sin miramientos a cada niño, en una época en la que estos, eran completamente alejados de todo asunto o interacción propia de los adultos. El objetivo de Jesús era dar a cada uno de sus discípulos una importante lección: La sabiduría de Dios, puede provenir de las fuentes más inesperadas y en los momentos menos pensados. Quería, de esta forma, hacer saber a sus seguidores, que en este caso, tomar en serio las enseñanzas de un niño, era una de las más maravillosas formas de contacto con el Señor.
Jesús siempre en lo cierto, fue mucho más acertado en esa afirmación. Los niños, sin duda, son una de las muestras más poderosas de la presencia de Dios, de su amor, misericordia y cuidado hacia nosotros. ¿Has sido testigo de la sonrisa de un niño? Si no lo has hecho, disfruta de una, admírala en toda su extensión y en ese momento está atento, porque experimentarás de primera mano, al Señor hablándote mediante la belleza de su creación.
A veces olvidamos que fuimos niños y perdemos ese espíritu de alegría e inocencia, que un día reinó en nosotros. Si reflexionamos sobre las palabras de Jesús, al olvidarnos de tal niño, perdemos entonces una parte de nuestro acercamiento con Dios.
Retoma hoy una parte de tu espíritu de niño. Inicia una amistad, olvida los prejuicios, cree, en esta oportunidad, sin miramientos. Deleita al Señor, mostrándole que no has olvidado una parte importante de la naturaleza que Él mismo nos brinda.
Oración:
Señor, haz que reine en mí el espíritu del niño que un día fui, para acercarme a ti y apreciar la grandeza de tu presencia. Guíame, también a verte en cada niño que entra a mi vida y a recibirlos con el amor con el que tú me has recibido, por que son ellos muestra fiel de tu maravillosa naturaleza. Amén