Escucha:
“Bueno es Jehová para con todos, Y sus misericordias sobre todas sus obras” (Salmos 145:9)
Piensa:
¿La paz es algo natural para usted, o siente que está en una lucha constante? ¿Cómo podemos calmarnos para escuchar la voz de Dios?
La clave de ambas preguntas se encuentra en una palabra que puede hacerle sentir incómodo: la meditación. Tal vez usted esté pensando: Todo eso de la meditación es lo que otras religiones llaman “encontrarse a uno mismo”. Yo no voy a perder mi tiempo con eso. ¡Qué error tan terrible! La meditación no tiene nada que ver con escucharse a uno mismo; por el contrario, se trata de calmar la mente para escuchar los suaves susurros del Señor.
Piense en su vida de oración. ¿Cuál voz es más importante, la suya o la de Dios? La mayoría de las personas dedican la mayor parte del tiempo a hablar a Dios, dándole gracias por lo que Él ha hecho y pidiendo su ayuda. Realmente, no hay nada de malo con esto, pero si usted nunca le da tiempo a Dios para conocer su respuesta, ¿cómo sabrá lo que Él quiere comunicarle?
El tiempo que pasamos escuchando a Dios es una buena indicación de cuánto respetamos y disfrutamos de la relación con Él. Si dominamos la conversación, entonces podemos estar mostrando a Dios con nuestras acciones que sus opiniones no son tan importantes como las nuestras; nunca le diríamos esto abiertamente, pero nuestras acciones pueden estar proclamando precisamente ese mensaje.
¿Está usted escuchando a Dios? Tome la decisión de escuchar en silencio lo que Él quiera decirle.
Ora:
Señor, Hazme presto para escuchar Tu voz que cada día intenta alcanzarme. Abre mis oídos y mi corazón de forma que pueda entender la forma en que me hablas y descubrir los caminos por los que me guías hacia el bien. Amén.