Escucha:
“Los redimidos del Señor volverán a Sión entre cantos de alegría. Sobre ellos reposará un gozo infinito; rebosarán de gozo y alegría, y el dolor y los gemidos huirán de ellos”. (Isaías 51:11)
Piensa:
¿Sabías que como creyente la Sangre de Jesucristo te ha redimido de la maldición del dolor y la tristeza? Tú no debes aceptar esos sentimientos, de la misma manera que rechazas el pecado y la enfermedad.
Ocho meses y medio antes de que mi madre dejara esta Tierra, empecé a prepararme contra el dolor y la tristeza. Decidí que no iba a entristecerme. De inmediato, el enemigo comenzó a atacar mis emociones. Pero yo le contestaba: “No recibiré nada de eso. Tomo autoridad sobre estos sentimientos en el nombre de Jesús. He entregado mi cuerpo como sacrificio agradable al Señor, y no acepto nada que no sea Su gozo”.
Pasé tres días difíciles resistiendo la tristeza, hasta que la aflicción simplemente desapareció.
Lo que trato de decirte es lo siguiente: tendrás que luchar contra el dolor y la tristeza. No te pertenecen. No provienen de tu Padre celestial. Quizás tengas que pasearte por la habitación toda la noche. Pero en lugar de preocuparte y llorar, camina y declara la Palabra hasta que dejes de sentirte así y el gozo del Señor te llene.
Recuerda quién eres. Tú eres aquel sobre el cual reposará un gozo infinito, y el dolor y los gemidos huirán de ti. ¡Eres el redimido de Señor!
Ora:
Señor, permíteme ver la suficiencia de Tú gracias cuando el dolor y el sufrimiento invaden mi corazón, sabiendo que me has redimido y que Tu promesa es la de gozo infinito. Aparta de mí, las dudas, para confiar plenamente en que Tú poder se encuentra obrando continuamente para mi bien y cuidado. Amén.