Escucha:
“Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza” (Marcos 4:38-39)
Piensa:
La vida puede asemejarse a una tormenta; nos lleva de un lado a otro con vientos de adversidades, aflicción o estrés. ¿Adónde podemos recurrir? En el versículo de hoy, Cuando los discípulos de Jesús quedaron atrapados en un gran temporal y se preguntaban si a Él le importaba, de todos modos supieron a quién acudir. El Señor demostró su poder al calmar la rugiente tempestad .
Sin embargo, muchas veces Él no calma la tormenta de inmediato. Entonces, como los discípulos, tal vez pensamos que no le importa. Para aplacar nuestros miedos, podemos aferrarnos a la fe en lo que Dios es y puede hacer. Podemos refugiarnos en Él (Salmo 91:1); obtener su ayuda para relacionarnos bien con los demás; descansar en sus atributos de poder, sabiduría y amor ilimitados. El Señor está con nosotros en la tormenta y nos sostiene con amor a través de ella.
Ora:
Señor, oro por aquellos que se encuentran hoy en medio de una gran tormenta. Está presente en ellos, confórtalos y guíalos por el camino correcto. Confío en tu cuidado para que también me acompañes en mis propias tormentas. Amen