Escucha:
“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6:17)
Piensa:
Cuando le preguntaron a John Rockefeller, empresario estadounidense, quién creo en el siglo 19 una de las dinastías multimillonarias que perduran hasta hoy, cuánto dinero se necesitaba para ser feliz, él respondió: “Sólo un poco más”. Ante la pregunta de quién era el hombre más rico el filósofo Sócrates respondió: “aquel que se contenta con aquello que posee”.
Hay muchas personas que no son felices porque no poseen grandes riquezas. Pasan la vida corriendo tras cosas materiales, envidian a los que ya las tienen y pasan los días en angustia por ser pobres. Sí, son pobres por que no tienen la alegría del Señor para enriquecerlos.
Y es que aquellos que ponen su atención sobre las riquezas materiales, no logran entender una enorme verdad: Nuestra felicidad y nuestra paz, no dependen de cuánto dinero o posesiones tenemos o de si ganamos la lotería, dependen de Dios porque nuestra vida se encuentra en sus manos.
Por ello, sin en algún momento de tu vida te has desesperado por la provisión material o has puesto demasiada atención en el número de riquezas que puedas cosechar recuerda que la única bendición que necesitas es la del Padre, sólo Él enriquece, sólo Él provee, pero no temporalmente como una posesión u objeto sino para la eternidad.
¿Quieres bendición? Busca a Dios de corazón, porque es Él quien nos da la riqueza eterna; la única que sacia nuestra alma y nuestro espíritu.
Ora:
Señor, permíteme confiar en las riquezas que me prometes y no en las del mundo, porque sé que sólo las tuyas perdurarán eternamente y saciarán las necesidades de mi alma y mi espíritu. Amén.