Escucha:
“Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (1 Corintios 3:6-9)
Piensa:
Dios ha puesto un potencial en cada uno de nosotros y espera que lo explotemos para su gloria. Las escrituras de hoy nos revelan tres de requisitos para que nuestro potencial alcance el fin necesario en Cristo.
Primero, nunca debemos olvidar que nuestros dones son instrumentos de Dios para cumplir su propósito para nosotros: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. El desarrollo de ellos, su capacidad para rendir frutos, será resultado de lo que Dios disponga, incluso en situaciones en las que ello no nos parezca lo adecuado.
Segundo, El Señor nos usará desde distintas realidades en distintas tareas y mientras ellas sean realizadas de corazón en Él, no habrá actividades más o menos vistosas que otras. Por ello “el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor”. Porque para el Señor no existe lo superior e inferior, lo más o lo menos, todos son amados sin prejuicios por Él de forma incondicional y conforme a la manera que se conduzcan en su palabra, serán en esa medida recompensados.
Por último, debemos tener siempre presentes que nosotros “somos colaboradores al servicio de Dios” su campo de cultivo y somos “el edificio de Dios” cuando compartimos su mensaje, y cuando soportados por los fundamentos que su palabra nos ofrece, somos capaces de cultivar con otros, la comunión fraternal y dentro de nuestras posibilidades, servirles de guía y ejemplo en El Señor.
El Señor cree en ti y en tu capacidad para aportar a los que te rodean; sólo falta de nosotros, dar el próximo paso.
Oración:
Señor, Tu que determinas el crecimiento y desarrollo de mis dones, conviérteme cada día en instrumento efectivo para compartir, desde mi realidad, Tu mensaje. Guíame a servirte con espíritu grato, recordando que para Ti no importan las diferencias, sino las acciones que hechas desde el corazón, sirvan a Tú propósito. Amén.