Escucha:
“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. (2 Corintios 4:3-6)
Piensa:
En ningún otro lugar he estado más consciente de lo importante de la luz que en el campo. Una noche en particular, la planta de energía eléctrica se había averiado debido a la fuerte lluvia y ante la falla del sistema eléctrico regular no tuvimos ninguna forma de contar con energía en ese momento. A pesar de recorrer dos o tres veces al día el camino al cuarto, fue muy complicado en medio de la oscuridad, porque la única guía que tenía eran el pavimento y mis pies. Sólo hasta que vi las luces de emergencia activadas, pude llegar con menos problemas a la habitación.
Una de las cosas que más se necesitan en este mundo de hoy es luz. Así como me sucedió aquella noche, en la que me encontré perdido en un espacio físico, podemos también sentir nuestros caminos cruzados y por acontecimientos de la vida, que nos afligen, derrumbarnos y sumirnos en la oscuridad. Esta oscuridad no se reflejará en falta de visión, tampoco se reflejará en un espacio físico, sino que se manifestará en nosotros a través de sentimientos como la angustia y la tristeza, que solo harán más difícil retomar el rumbo correcto que veníamos transitando.
Por ello debemos estar conscientes que la oscuridad es real y puede invadir nuestro espíritu y de ella solo puede liberarnos el Señor. Dios a través de Cristo derramó sobre nosotros luz. Una luz que mediante la fe puede emanar de nosotros y alumbrar no solo nuestras almas sino la de otros. Esa luz se hace palpable y verdadera a través de la obediencia a la palabra, que es nuestra guía y nos indica el camino a seguir. Ella misma lo dicta: “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino” (Salmos 119:105).
Ora:
Señor, tu que eres la luz del mundo, permanece junto a mi cuando viaje por caminos de oscuridad y ayúdame a nuevamente encender la luz que me has dado. Bendíceme para ayudar a otros a ver su luz y de allí que te encuentren, en cuanto te necesitan. Amen.