Estas cosas os he hablado para que no tengáis tropiezo. Juan 16:1
Jesús sabía que el sufrimiento se acercaba y cómo Su crucifixión afectaría profundamente a Sus discípulos. Por eso los preparó con anticipación: habría llanto y dolor, pero también una alegría que nadie podría quitarles. La redención no incluía evitar las pruebas, sino atravesarlas con esperanza y propósito.
Después de hablar estas palabras, Jesús enfrentó la cruz. Soportó acusaciones falsas, rechazo y una muerte cruel porque estaba firmemente anclado en el plan del Padre. No permitió que las circunstancias ni el temor lo desviaran de Su misión. Y, tras cumplirla, resucitó gloriosamente.
De la misma manera, los creyentes no estamos exentos de la adversidad. Sin embargo, Jesús nos llama a no rendirnos. Cuando recordamos Sus palabras y confiamos en Su victoria, encontramos fortaleza para perseverar. Aun en medio del sufrimiento, podemos orar como Él: «No se haga mi voluntad, sino la tuya», confiando en que el Padre traerá fruto y gozo a Su tiempo.
Padre, cuando enfrento pruebas que superan mis fuerzas, ayúdame a recordar que Jesús ya venció al mundo. Afirma mi fe para perseverar, aun cuando el dolor sea real. Enséñame a confiar en tu voluntad y a esperar con esperanza la victoria que tú traerás. Sostén mi corazón y lléname de tu paz. En El Nombre de Jesús, Amén.