Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos; Pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba. Salmos 31:22
¿Has tenido alguna vez un ataque de pánico—un momento en que el miedo te lanzó totalmente fuera de control? Tal vez tu corazón comenzó a acelerarse, empezaste a sudar y sentiste como si estuvieras cayendo en un abismo. Yo he pasado por eso. Fue a causa de una enorme presión, conflicto y agotamiento extremo. Sentía que me desmoronaba. En mi hora más desesperada, clamé a Dios—como un niño pequeño que grita buscando a su padre después de una pesadilla. Su presencia me rodeó y me sostuvo durante aquel momento tan difícil.
¿Y tú? ¿Cómo reaccionas cuando el miedo te abruma? Muchas personas recurren a drogas, alcohol u otros medios que prometen un escape momentáneo, pero ninguno puede sanar como lo hace clamar sinceramente al Padre. Cuando vamos a Él con un corazón abierto, el Señor hace tangible Su presencia, disipa nuestra ansiedad, esclarece nuestras circunstancias y nos concede una paz verdadera.
Así que vuelve tu mirada hacia Él y permite que te sostenga con Sus brazos eternos. Cuanto más te aferres a Dios, menos espacio tendrá el miedo en tu vida.
Padre, cuando el pánico intente apoderarse de mí, llévame rápidamente a tu presencia. Calma mi corazón, aquieta mis pensamientos y hazme sentir la seguridad de tus brazos eternos. Revélame tu paz y tu fortaleza en medio del temor. Enséñame a correr hacia ti antes que a cualquier otra cosa. Que tu amor disipe mi miedo por completo. En El Nombre de Jesús, Amén.