Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Génesis 50:20
Existe un principio esencial que puede ayudarnos a perseverar en la fe: comprender que Dios mismo permite todo lo que nos sucede. Es una verdad difícil de aceptar, sobre todo en momentos de tropiezos y pruebas dolorosas, pero nos ofrece una perspectiva que siempre conduce al triunfo.
Pensemos en José, quien fue vendido como esclavo siendo aún un adolescente por sus hermanos celosos. Pasó años sirviendo en casa de Potifar y más tarde fue falsamente acusado y encarcelado en Egipto. Sin embargo, José permaneció fiel durante todo ese tiempo porque veía la mano de Dios obrando, preparándolo para un servicio mayor a través de cada traición e injusticia. Y así fue: después de más de una década de sufrimiento, el Señor lo liberó milagrosamente y lo puso como segundo al mando en la nación más poderosa de aquel entonces.
Tal es el poder asombroso de nuestro Salvador. Él obra a través de las realidades difíciles de este mundo para cumplir Sus propósitos en nuestra vida. Por eso, sin importar lo que enfrentes—por injusto o doloroso que parezca—recuerda que Dios ha permitido cada situación con un buen y santo propósito. Luego, al igual que José, espera con fe a que el Señor revele Su plan perfecto para ti.
Señor, cuando afronto circunstancias difíciles, recuérdame que tú puedes convertir el mal en bien. Ayúdame a confiar en tu propósito incluso cuando no lo entiendo. Fortalece mi fe para esperar con paciencia, y abre mis ojos para ver tu mano obrando en cada detalle de mi vida. Que mi corazón permanezca firme, sabiendo que tus designios siempre son buenos. En El Nombre de Jesús, Amén.
