Pero la salvación de los justos es de Jehová, Y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia. Salmos 37:39
¡Alabado sea Dios! Él conoce nuestra condición. Cuando somos más débiles, Él es más fuerte. Escucha nuestras súplicas y se inclina hacia nosotros. Nos concede la gracia y la misericordia necesarias para soportar las cargas y liberarnos de aquello que nos oprime.
Sin embargo, con frecuencia esperamos hasta llegar al límite para buscar la ayuda sobrenatural de Dios. Intentamos resolverlo todo por nuestra cuenta y, cuando el problema se vuelve insoportable, recién entonces clamamos por intervención divina. Sin Su ayuda no tenemos esperanza. ¿Por qué no interviene antes? No es falta de amor, sino que muchas veces espera a que nos acerquemos a Él con corazón rendido, confiando plenamente en Su poder y sabiduría. Es entonces cuando se revela como el gran y poderoso Dios que es, para que no tengamos duda alguna de que fue Él quien nos liberó.
El punto central es este: nunca esperes para llamar al Señor. Ve a Él de inmediato, sin importar el desafío que enfrentes. Busca Sus soluciones, no solo Su bendición. Él transformará tu situación de maneras que jamás hubieras imaginado y te honrará por haber buscado primero Su rostro.
Señor, enséñame a acudir a ti antes que a cualquier otra cosa. Que mi primera reacción ante cada dificultad sea buscar tu presencia y tu guía. Ayúdame a depender de tu fuerza y no de mis propios esfuerzos. Revela tu poder en mi vida y transforma mis circunstancias según tu voluntad. Que mi confianza esté siempre puesta en ti. En El Nombre de Jesús, Amén.