El Señor Dios llamó al hombre. Génesis 3:9
Al principio, Adán y Eva vivían en el paraíso. Era un lugar perfecto, no solo por su belleza o por la armonía de su entorno, sino porque disfrutaban de una comunión constante con su Creador. Experimentaban Su presencia de manera plena. El Padre caminaba con ellos y hablaba abiertamente; no había culpa, vergüenza ni distancia. Era el cielo en la tierra mientras su intimidad con Dios se mantenía intacta.
Pero un día, tras su desobediencia, todo cambió. El pecado no solo trajo muerte al mundo, sino que rompió esa perfecta comunión con el Señor. La conexión inquebrantable con su Creador se perdió, dejando un vacío devastador que solo la presencia de Dios puede llenar.
Jesús vino precisamente para restaurar esa comunión. Fuiste creado para vivir en la presencia de Dios. Como dijo San Agustín: “Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.” Si sientes que nada te satisface completamente, es porque fuiste diseñado para disfrutar una relación íntima con tu Padre celestial. Hoy Él te llama, tal como llamó a Adán y Eva en el principio. Ve a Él y disfruta de Su presencia.
Padre amoroso, gracias por crearme para tener comunión Contigo. Perdona cuando busco llenar mi corazón con cosas pasajeras en lugar de buscar Tu presencia. Restaura en mí el gozo de caminar contigo cada día. Enséñame a escuchar Tu voz y a permanecer cerca de Ti, disfrutando del amor y la paz que solo Tú puedes dar. En el nombre de Jesús, Amén.