Oh Dios, restáuranos; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. Salmos 80:3
Elías estaba completamente agotado—en cuerpo, mente y alma. Después de enfrentarse con los 850 falsos profetas en el monte Carmelo, tuvo que huir de la reina Jezabel, quien quería matarlo. Caminó noventa millas hasta Beerseba y, tan exhausto y desanimado, se sentó bajo un enebro y exclamó: “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida” (1 Reyes 19:4).
Quizá puedas identificarte con Elías. Tal vez, después de una temporada llena de trabajo, presiones, responsabilidades y desafíos, te sientes completamente drenado. Hay momentos en los que el cansancio no es solo físico, sino también emocional y espiritual. Pero qué consuelo saber que el Señor comprende nuestros límites y sabe cómo restaurar nuestra alma.
A veces, como Elías, necesitamos dar un paso atrás, detenernos y permitir que Dios nos renueve. Puede que necesitemos un descanso físico, pero también uno espiritual: apartar tiempo para estar en Su presencia, alejados del ruido y las demandas del día a día. En esos momentos de quietud, el Señor refresca nuestra fe, aclara nuestra mente y renueva nuestras fuerzas.
El descanso en el Señor no es inactividad, sino comunión. Es un tiempo para escuchar Su voz, recordar Su fidelidad y recuperar la perspectiva que el cansancio ha nublado.
Así que, si hoy sientes que ya no puedes más, escucha al Señor decirte: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo 11:28).
Reflexión:
¿Cuándo fue la última vez que te detuviste para descansar en el Señor? Tómate un momento hoy para hacer una pausa, respirar, y permitir que Su presencia renueve tu alma.
Señor, gracias porque conoces mis límites y nunca me pides más de lo que puedo dar. Enséñame a descansar en Ti, a detenerme y a permitir que renueves mis fuerzas. En Ti encuentro verdadera paz y restauración. En El Nombre de Jesús, Amén.