Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8:39
Detente un momento y piensa en la naturaleza tan profunda y personal del amor que el Señor tiene por ti. Dios te ama. El Ser más majestuoso del universo se deleita en ti. La Trinidad —Padre, Hijo y Espíritu Santo— te valora, te cuida y se complace en tu vida. De manera inmensurable y eterna, el Soberano del universo ha puesto Su afecto sobre ti. Eres la niña de Sus ojos, la corona de Su creación.
El amor de Dios no es una idea abstracta ni un sentimiento pasajero. Es una realidad viva y activa. Su bondad infinita se expresa en cada detalle de tu vida: Él te creó, te salvó, mora en ti, te guía, te protege y te sostiene. Escucha tus oraciones, te concede nuevas misericordias cada mañana y vela por ti cada noche. Nada ni nadie puede detener el amor de Dios.
Dios te ama de manera única y personal. Nadie te conoce como Él. Sabe tus sueños, tus temores y tu potencial, y desea verte prosperar. Te llama por tu nombre y te habla a través de Su Palabra de la forma más íntima posible.
Comienza y termina cada día con esta afirmación: “Dios me ama.”
Repite esas palabras, medítalas en tu corazón y deja que transformen tu alma. Cuanto más lo creas, más experimentarás ese amor en lo más profundo de tu ser.
Padre, gracias porque Tu amor es personal, constante y eterno. Ayúdame a recibirlo plenamente, a creer que nada puede separarme de Ti y a vivir cada día consciente de Tu cuidado. Que Tu amor sea mi fuerza, mi consuelo y mi motivo para amar a otros. En el Nombre de Jesús, Amén.