Porque Jehová ama la rectitud y no desampara a sus santos. Salmos 37:28
Abram y Lot enfrentaron un problema. La tierra a la que habían llegado ya no podía sostener la gran cantidad de ganado que ambos poseían, y los pastores de cada uno comenzaron a discutir. Para evitar un conflicto mayor, Abram tomó la iniciativa y propuso una solución pacífica: «No haya altercado entre nosotros… Si tú vas a la izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda.» (Génesis 13:8-9).
La situación pudo haberse convertido en un desastre. Abram tenía todo el derecho de imponer su autoridad como el mayor y el portador de la promesa de Dios. Podría haber dicho: “Dios me eligió a mí; así que yo decido primero.” Sin embargo, eligió la humildad. Se acercó a su sobrino con espíritu de paz, confiando en que Dios decidiría el resultado. Y porque Abram honró al Señor, Dios lo recompensó dándole la mejor parte de la tierra.
De Abram aprendemos una lección esencial: muchas veces insistimos en pelear por lo que creemos que merecemos, sin darnos cuenta de cómo eso daña nuestras relaciones y nuestra fe. Pero como escribió el misionero Jim Elliot: «Dios siempre da lo mejor a quienes dejan que Él escoja por ellos.»
Por eso, sin importar la situación, permite que sea el Señor quien tenga la última palabra. Pregúntale qué quiere que hagas, y confía en Su decisión. No necesitas luchar por tus derechos ni por lo que crees que te corresponde. Si dejas que Dios elija, Él actuará en tu favor y te honrará en Su tiempo.
Señor, enséñame a rendir mi voluntad y a confiar en tus decisiones. Ayúdame a dejar de pelear por lo que creo merecer y a descansar en Tu justicia perfecta. Que en cada situación elija la paz y te dé a Ti el derecho de decidir, sabiendo que siempre me darás lo mejor. En el Nombre de Jesús, Amén.