Ninguna palabra malsana salga de tu boca, sino solo aquella que sea buena para edificación, a fin de que imparta gracia a los oyentes. Efesios 4:29
Nuestras palabras tienen un poder extraordinario. Lo que decimos no solo influye en los demás, sino que también da forma a nuestro propio corazón, emociones y perspectivas. Lo que hablamos, lo escuchamos, y lo que escuchamos, comenzamos a creer. Si llenamos nuestros días de negatividad, queja o derrota, nuestro espíritu reflejará esa oscuridad. Pero si elegimos hablar palabras de fe, esperanza y gratitud, nuestro corazón se eleva en alineación con la verdad de Dios.
Puede que pienses: “Pero mi vida es difícil; quejarme me ayuda a liberar mis sentimientos.” Sin embargo, nuestras palabras revelan lo que realmente creemos. Si constantemente declaramos la derrota, ahí permaneceremos. David lo entendió y oró: “Pon, oh Señor, guardia sobre mi boca” (Salmo 141:3), recordando que “la muerte y la vida están en poder de la lengua” (Proverbios 18:21).
Hoy, cuando enfrentes dificultades, elige responder con fe. Habla palabras de esperanza: “Señor, gracias por Tus promesas. Sé que me ayudarás a superar esto y sacarás lo bueno de ello.” Cuando tus palabras se alineen con la verdad de Dios, tu corazón y circunstancias comenzarán a reflejar Su paz y victoria.
Señor, pon una guardia sobre mi boca y ayúdame a hablar solo lo que trae gracia y vida. Que mis palabras reflejen fe, no temor; alabanza, no queja. Enséñame a confiar en Tus promesas y a declarar Tu bondad, incluso en las dificultades. Que mi discurso anime a otros y fortalezca mi propia alma. En El Nombre de Jesús, Amén.