Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. Santiago 1:6
La duda puede sacudirnos y dejarnos sin dirección. Santiago compara al que vacila con las olas agitadas del mar: inestables, llevadas de un lado a otro por fuerzas externas. La invitación es clara: acercarnos a Dios con confianza, creyendo que Él cumple lo que promete.
¿Cómo cultivar esa confianza? Primero, mantén tu mirada en Jesús. Cuando lo haces, las imposibilidades dejan de dominar tu mente, porque recuerdas que Él tiene autoridad sobre todo. Segundo, guarda en tu corazón la Palabra. Allí descubres una y otra vez que Dios es fiel, y esa verdad renueva tu manera de pensar.
Finalmente, elige obedecer aunque no entiendas todo. No retrocedas con temor ni te aferres al pasado. Descansa en la promesa del Señor: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41:10).
Señor, enséñame a pedirte con fe y sin vacilar. Cuando las dificultades intenten sacudirme, fija mi corazón en tus promesas. Haz que mi mirada permanezca en Cristo y que tu Palabra renueve mi mente cada día. Ayúdame a obedecer sin reservas, confiando en que me sostienes con tu mano poderosa. Hoy elijo depender de Ti y descansar en tu fidelidad. En el nombre de Jesús, Amén.