En el día de la prosperidad sé feliz, pero en el día de la adversidad considera: Dios ha hecho tanto lo uno como lo otro. Eclesiastés 7:14
Cuando atraviesas una temporada de adversidad, hay algunas tentaciones comunes que es importante evitar para poder soportarlas y superarlas con gracia.
Primero, resiste la tentación de culpar a los demás. Aunque otras personas puedan haber contribuido a tus dificultades, cómo respondes a la situación sigue siendo tu responsabilidad. Jesús te llama a perdonar, porque culpar a los demás solo te quita la paz y retrasa tu proceso de sanación.
En segundo lugar, no caigas en la trampa de la autocompasión. Aunque es natural sentirse herido, la autocompasión muestra una falta de confianza en la soberanía de Dios. Esta actitud empaña tu capacidad de ver lo que el Señor puede hacer a través de tu dolor. En lugar de lamentarte, elige declarar las promesas de Dios, recordándote continuamente Su amor fiel y los buenos propósitos que tiene para ti.
En tercer lugar, no busques escapar de tus problemas de inmediato. Tomar atajos o evitar las dificultades puede ofrecerte un alivio temporal, pero a la larga solo aumentará el sufrimiento. En lugar de intentar el camino fácil, permite que la adversidad fortalezca tu resiliencia espiritual. Confía en Dios, incluso cuando la situación parezca difícil.
Cualquiera sea la prueba que enfrentes hoy, recuerda esto: no estás solo. Jesús está a tu lado, dándote fuerza, guiándote y sosteniéndote. Así que no te rindas. Aférrate a Cristo. Él te guiará, te ayudará a crecer y te permitirá superar lo que venga.
Padre, en la prosperidad y en la adversidad, elijo confiar en Ti. Ayúdame a rechazar la culpa, la autocompasión y los atajos. Fortalece mi corazón para perseverar y recuérdame que estás conmigo en cada etapa. Enséñame a ver Tu mano en todo lo que sucede y a crecer a través de cada prueba. Hoy me aferro a Ti, creyendo que me guiarás hacia la victoria y la transformación. En el nombre de Jesús, Amén.
