Presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros como instrumentos de justicia a Dios. Romanos 6:13
Dios no te llama a servirle para que cumplas tus propios sueños o brilles ante los demás. Te llama a rendirte por completo, a diario, para que Él pueda obrar por medio de ti. Lo que verdaderamente transforma vidas no es tu talento ni tu esfuerzo, sino Su poder manifestado en tu entrega.
A menudo, ese poder se revela en medio del quebranto. Porque cuando tus planes se quiebran, tu orgullo se desvanece, y tus fuerzas humanas se agotan, entonces emerge la verdadera vida en Cristo. Él no necesita tu autosuficiencia, necesita tu corazón rendido.
Por eso, las pruebas no son obstáculos, sino invitaciones divinas. Cada desafío es una oportunidad para morir a ti mismo y vivir para Él. En la lucha, en la pérdida, en la incertidumbre, Cristo te forma y te fortalece. Y cuando te conviertes en instrumento en Sus manos, descubres que no hay propósito más alto, ni vida más plena, que la de vivir completamente para Su gloria.
No te resistas a ser moldeado. No te aferres a lo que es tuyo. Preséntate a Dios, tal como eres, para que Él haga en ti lo que solo Él puede hacer.
Señor, aquí estoy, con mis debilidades y mi anhelo de servirte. Rindo mi vida, mis planes y todo lo que soy. Hazme tu instrumento, incluso cuando duela, incluso cuando no entienda. Úsame para reflejar tu amor, traer justicia, sanar heridas y dar esperanza. En cada prueba, moldéame para tu propósito eterno. Que mi vida sea tuya por completo. En el nombre de Jesús, Amén.
