¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora a su vida? Lucas 12:25
¿Te has dado cuenta de que muchas de las cosas que te han quitado el sueño nunca llegaron a suceder? A lo largo de los años, probablemente has cargado con preocupaciones que jamás se materializaron. Y sin embargo, esas inquietudes dejaron su huella: robaron tu alegría, consumieron tu paz y enturbiaron tu percepción de la presencia de Dios.
Tal vez lo que hoy te pesa sea el trabajo, la salud, tus seres queridos o el incierto mañana. Pero cuando vivimos en un estado de constante preocupación, abrimos canales por donde los miedos más profundos pueden instalarse y crecer. La preocupación, en su esencia, es una sombra que proyectamos sobre el carácter de Dios: es asumir que, quizás, Él no cumplirá Su promesa de cuidarnos.
Sin embargo, cuando enfrentamos esos temores con la verdad de quién es nuestro Dios —bueno, fiel, misericordioso y cercano—, el poder de la ansiedad se desarma. Si eliges deliberadamente confiar en Él, si encomiendas tus cargas a Su cuidado y decides ocuparte hoy de lo que Él ha puesto en tus manos, descubrirás una paz más profunda y una estabilidad renovada.
Así que no te dejes arrastrar por la inquietud. Como dice el salmista: “Encomienda a Jehová tu camino, confía en Él, y Él hará” (Salmo 37:5).
Señor, gracias por recordarme que la preocupación no añade valor ni tiempo a mi vida. Cuando el temor intente apoderarse de mí, ayúdame a recordar Tu fidelidad constante. Hoy decido confiar en Ti y entregarte todas mis ansiedades, sabiendo que Tú me sostendrás y me guiarás. Reemplaza mi inquietud con Tu paz y ayúdame a vivir cada día con la seguridad de que Tú estás en control. En el nombre de Jesús, Amén.